He visitado por dos veces Cartagena de Indias, ciudad hermosa si las hay. Tanto así que un cronista ha dicho que es la ciudad antigua más española de América, tan española que, en realidad es la más española del mundo; ni siquiera en España hay una ciudad tan española. No sé si será cierto, pero el caso es que a mí me ha encantado, literalmente hablando.
En ambas oportunidades no ha dejado de llamarme la atención la belleza y gran cantidad de aldabas en sus puertas. No pude evitar pensar en que, a más de un motivo “decorativo” quizás habría algo más en sus diseños.
Sucede que el hombre todo lo significa y es capaz de inventarse un lenguaje a partir de cualquier cosa y con cualquier cosa comunica.
¿Y cómo estaría exento de esto un lugar tan importante como la puerta de una casa?
Pensémoslo así: mi casa es el lugar donde habito. MI lugar, el que da cuenta de cómo vivo, de quién soy, de quién está detrás de las paredes. Y a través de la puerta invito o rechazo la visita de otros. De alguna forma, mi casa es algo que también me define. Su forma, la manera en que la he decorado, que cosas guardo y que cosas exhibo en mis paredes, los muebles que utilizo.
Por supuesto en estos tiempos, no todo el mundo vive donde quiere, la mayoría donde puede, pero igualmente, algo propio le ponemos a nuestro “lugar en el mundo”.
Así las cosas, el lugar por donde yo y otros ingresamos a mi mundo, no es poco importante.
Y a través de la aldaba el visitante pide acceso a mi lugar y ya la aldaba comienza a contarle con quien se va a encontrar, y que eso suceda, es hermoso; es como que podemos comenzar, tímidamente, a vincularnos. Mucho más bello que la chicharra del timbre, que me crispa los nervios cada vez que alguien lo toca, aunque sea alguien querido. Cosas de nuestra modernidad, a veces sin darnos cuenta, vamos perdiendo cosas simples y dulces, a través de las cuales también nos relacionamos.
Me he quedado pensando... si fuera a poner una aldaba en mi puerta ¿Qué diseño elegiría? ¿Que quisiera que cuente sobre mí? Es lindo, ¿no?
Pero volvamos a las aldabas de cartagena.
Podemos decir para comenzar que la palabra “aldaba” podría derivar del árabe ad-dabbah (femenino de lagarto, por la similitud de la forma de los cerrojos) aunque también se dice que deriva del copto egipcio t-epô (cerradura de puerta), palabra que arabizada viene a ser dabbah.[1]
Entonces, puesto a investigar sobre aldabas, encontré cosas interesantes, como que curiosamente, el lagarto es una de las figuras más representadas en las aldabas de cartagena. O también la iguana. Tener estas figuras en nuestra puerta, significaba nada más ni nada menos que pertenecemos a la realeza española o estamos emparentados con ella, y esto acarrea no pocos privilegios y seguramente una vida bastante acomodada.[2]
Otro de los diseños importantes es el del león, que guardaba las casas de los mandos militares o familias relacionadas con ellos y fue el motivo más utilizado en la antigua Cartagena.
Todo un universo lo constituyen las aldabas con criaturas marinas ¡bellísimas! Y signo también de que el habitante de la casa era marino mercante.
Por último, la otra gran clase de aldabas son la mano y la cruz, las que daban cuenta de que en ese lugar vivía un clérigo. Son las más raras y solo hay tres en todo el casco antiguo; increíblemente tuve la suerte de cruzarme con una “mano”.
La mano, curiosamente, viene de la tradición árabe: la mano de Fátima (la mano de Miriam para los judíos) como un amuleto de protección que es muy común ver en marruecos y la utilizaron como llamador también en la “puerta de la justicia” de la Alhambra de Granada.[3]
En la casa de mi infancia, el portón de acceso secundario tenía idéntico llamador, y he venido a dar un rodeo de 45 años y varios miles de kilómetros para recordar mis primeros años. ¡Vaya si “hablan” las aldabas!
Luego hay diseños variados (búhos, tortugas, diablos) pero mucho más raros de encontrar.
Y hay una cosa más. La aldaba por lo general, tiene el llamador con forma de argolla, y este llamador se utilizaba en el Medioevo europeo en las puertas de las iglesias, y “tomarse” de esta argolla, era una forma para los perseguidos de pedir asilo en las iglesias.
También en Marruecos es común ver las puertas con dos aldabas, una que toca el hombre cuando regresa a su casa y otra para los extraños o para cuando el hombre viene acompañado de otros hombres, de manera que al escucharla, las mujeres de la casa puedan ponerse fuera de la vista.
Pura belleza y puro lenguaje, en un elemento tan “aparentemente” simple y corriente; y tanto que ha dado lugar a “sentencias” populares:
“Tener buenas aldabas” que significa tener amistad con gente influyente o de prestigio.
“A tal casa tal aldaba” haciendo referencia a que cada quien recibe los honores que su rango merece, o a que dependiendo de a quién pertenece la casa, le corresponderá un determinado tipo de aldaba.
Fascinante.
Quedo pensando en mi puerta y en mi casa; no he diseñado mi puerta, simplemente estaba aquí cuando vine a habitarla. No habla de mí, habla de otros... que ya no están. Pero yo no quiero ser otro y tal vez debería cambiar mi puerta por otra que cuente de mí, o simplemente que cuente... algo, o nada; pero que transmita cosas lindas.
Gualeguaychú, primavera de 2014
[1] http://etimologias.dechile.net/?aldaba
[2] http://seecolombia.travel/blog/2013/11/cartagena-y-el-secreto-de-sus-aldabas/#
[3] Mas información puede leerse en http://nuestropasadoandalusi.blogspot.com.es/2010/04/la-mano-de-fatima-un-simbolo-que.html